EN SU HENDIDURA DEL TIEMPO
A la obra de FRANCISCO MUÑOZ SOLER:
-Intuir la forma que no tiene medida-
Visualizo al poeta, al hombre en su torre de vigía tras el azote de olas, dando al naufrago desde la lumbre una guía, esa necesaria luz para la vida.
La belleza es un lugar soportable y la vida un leve suspiro, qué, como abrazo infinito nos entrega su liviandad o su peso. Las sombras, en material del sueño, hacen hendiduras del tiempo y la memoria, abriendo las galaxias y el universo cuántico, donde adentrarse y, así nos deja el autor, FRANCISCO MUÑOZ SOLER, un fluir la mano como agua, en su vida.
Llega el momento de verbalizarse, integrarse, adentrarse, vestir, transpirar, sentir, conversar, desde su color amapola en símil de un cortejo efímero y a la vez trascendente, desde el trino nocturno, el silencio, descifra jeroglíficos mentales, espacios, en busca de cobijo, donde puedan germinar sus semillas, sus huellas, para saciar la sed, hacer de sus sueños, formas sin medidas, vibrar y preguntarse así mismo, buscando grandes respuestas a preguntas pequeñas, en el espejo íntimo que está en el borde, en el límite que lo sostiene de un delirio, en ese preciso instante del crepúsculo que lo dirige a besar la tierra que él mismo será…
En su continua búsqueda se cuestiona como esa marca del signo intangible; el primer latido, la herida, cisura dónde se alberga la bestia: - el miedo y la sumisión-. Se pregunta la vida del no nacido, la condena de vivir y de lo vivido, el primer deseo, el término y el cuerpo en su silencio.
MUÑOZ SOLER, busca en los autores que él referencia, quizás respuestas, y es ahí en sus cuerdas e hilos a los que quiere atarse para hacer un rosario de cuentas y detener las sombras, para crear mundos más allá del vacío.
El ánima se transforma y halla la eterna primavera en la poesía. Aquí, en esta recopilación de prosas poéticas, el autor, se desdobla para dar inicio a esa integridad que inconmensurablemente vive en él. Desde ese “VIVIR” con mayúsculas, un instante supremo en su propia naturaleza para “transformarse” ... -¿Quizás en punto de luz?- Así, él se cuestiona y en un acto consagrado eleva su alma, asciende y se aleja de todo dolor corpóreo. Es aquí dónde encuentro la mayor riqueza de éste deambular en la frontera de la existencia.
El poeta evoca imágenes: mar, roca, rocío, pétalos, suspiros de mariposas y como sueño, se refugia en vibraciones nítidas del lenguaje críptico del tiempo y sigue cuestionándose: - ¿Tendrá libertad?-, -¿Estallará su espíritu?-, -¿Fluirá desde la oscuridad?-, -¿Escuchará el aleteo?-, -¿Sentirá el impulso?-, -¿Aceptará el vacío?-, - ¿Sintonizará el coro de la naturaleza?-, -¿Cómo serán las almas del futuro?.. - ¡Su encrucijada está en proteger a la esperanza!
Momentos irrepetibles y mágicos, como la propia existencia, llegan a FRANCISCO MUÑOZ SOLER, tras la entrega con toda naturalidad del diagnóstico fatal. Sin embargo, en su primaveral espíritu, siente seguir naciendo hacía la magia. De ahí, otras preguntas sobre el origen, el conocimiento, la fragilidad, la felicidad, y reconoce la pretensión y la búsqueda del manantial con agua incorruptible… muerde la manzana, y la lanza con ímpetu hacia el infinito. Halla la belleza y la luminosidad interior, eso lo salva.
Un continuar reflexionando para ser consciente de ser tan sólo una parte del todo, una ondulación en el agua, una energía, la belleza exacta de lo más íntimo. Su liturgia en los sueños, lo simbólico, la esencia, la consciencia, el espíritu.
Por otro lado; el teatro, el ego, observa esa inutilidad en los que sólo la templanza del espíritu son el propósito de su orfandad en su combate. Desde el más puro de los aromas de sus sueños, amanecerá con una sonrisa, porque no quiere partir. La materia imaginada, inunda aves, el sabor de las flores, quizás para convertirse en planta y latido que renace desde el germen; pero, llega el olor a muerte, crudamente, cara a cara, lo invoca, deja su eco… El autor no cede a la trampa del miedo, está pleno en el mar de todos. Y, un breve minuto el mayor de los deseos.
No pensar lo inevitable, ser consciente del hilo enhebrado, la guía y su memoria en la piel, los océanos de amnesias, la condensación que produce el estado “ALFA” de los sueños, y en su continúo preguntarse hasta llegar a la naturaleza y sus reglas.
En un interminable horizonte se extienden las preguntas del autor, cruzando ese espacio ilimitado y desconocido que divide el mar de la tierra, la vida de la muerte. El tiempo es un “tic-tac” que no cesa de lanzar a cada instante en ese ciclo que va cerrándose en un bucle, que se riza para intuirse a sí mismo, en esa obsesiva determinación en la que todos nos veremos avocados para el fin. Nos pregunta a los lectores el autor: - ¿En que lado estás?-. Quizás para que busquemos el escarnio, la compasión que nos somete y a la que sometemos visceral-mente la existencia. Lanza su voz por encima del océano, para alcanzar otras dimensiones, quizás etéreas, que lo evaporen en un espíritu, ese ave en su vuelo más extenso e ilimitado como el autor mismo se siente en la brevedad.
Busca el consuelo de aquello que sabe inerte y por principios, de una total inutilidad desde la ignorancia. Pero insiste en la búsqueda, en la indagación, casi perversa de saberse finito en el instante. Trata de dulcificar esa realidad, para justificarse en el natural tránsito, desde el origen primigenio hasta el siglo que ocupamos y en donde el dominio de la inteligencia artificial, hace que no movamos las neuronas para el crecimiento de la entelequia, la cultura, y todo eso que perdura como son el amor, la libertad, y el libre pensamiento. Sin embargo antes de claudicar ante el abismo, mira al cielo y clama su necesidad de convertirse en ese mar que observa, en el que pierde ese su horizonte.
Asistimos al derribo del imperio, a la pérdida de eso establecido, que nos procuraba como asirnos a las realidades creadas, ayer, era Sísifo, Salem, hoy, es Maisha Amini, y quien sabe exactamente cuantas mujeres más, sólo por no obedecer, el yugo impuesto de cubrirse los cabellos, a lo que ellos llaman pecado, provocación, seducción o ley en nombre de dios y, nosotros llamamos opuestamente libertad. FRANCISCO MUÑOZ SOLER, derriba, desnuda, desviste, esos atávicos absurdos, en los que derivan nuestras sociedades y nos recuerda que la extremas violencias desatan fuegos, disparos, matanzas, guerras... el templo es sagrado, y él lo sabe, desde su más intimo refugio. El cielo y la palabra paz que lo llevarán a lo eterno.
En la tensión del arco, conmovida me veo reflejada, en estas prosas, ya que entiendo de universos paralelos, de lo intuitivo, lo emotivo, lo perceptivo que nos eleva a otras dimensiones. Tambien el de la incertidumbre ante el dolor y la finitud de la vida, los continuos cuestionamientos del más allá, que están contenidos en el más acá de los sueños y los mundos imaginados. Me pregunto: - ¿Quizás sea posible la autoinmolación, el sacrificio, para alcanzar esa dimensión sin estirar más las agonías? ¿Entrar acaso en el arco que ilumine esa otra dimensión para bordear el abismo, liberarse de las esclavas, y ser traslucida alma evaporada? - Y en el rumor de estas líneas, despiertan los sentidos de improviso, y regresamos a la realidad para tatuar sus días dignamente en su tránsito vital.
Cómo todos, él, MUÑOZ SOLER, es también habitado por los monstruos, las bestias, en prados, caminos polvorientos, desiertos, y todo esos otros terruños por los que vamos dejando huellas en nuestros transcursos. Tantos campos santos sembrados de cadáveres, de tiernos y corruptas carnes, de vergüenzas, de hermanos, y ese poema que jamás escribió Anna, trascurre en el pensamiento del escritor y el lector, porque ahí estamos en el territorio de lo posible e imposible, de lo equívoco y exacto, de lo efímero y eterno.
Cómo mujer y madre, como hija de la orfandad impuesta, como culpable de dejar a otros huérfanos, como amamantadora de pensamientos, de alimentos, como cosechadora de ideas, como creadora de sueños, ahí, en esas guerras también he batallado tal y como describe el autor en este libro. Esos territorios impuestos, doloridos, donde se cercenaron lenguas, por hablar, y piernas por correr, bailar, andar, y/o disfrutar de lo que entre ellas poseemos las mujeres, las madres, y, por donde vinieron a este mundo nuestros hijos. Esos territorios, son nuestros espacios, nuestros, solo nuestros, pero a la vez, también tierra de néctares donde nace la vida.
Empecé desglosando en éste análisis al autor en su poética, en su prosa, en su deriva, y estoy finalizando con el punzón clavado en la entraña, como lanza para escavar también mi propia psiquis, mis razones, y las de todos, porque aquí en éstos textos, encontramos la crudeza de lo que hoy por hoy, componen nuestras vidas, bajo una espada y un cadalso en el que sabemos tendremos fin, pero que quizás, aquí en la lectura, al hallarnos, justifiquemos la razón primera de vivir.
La madre abraza al hijo muerto, y el hijo/a abraza la muerte en la piel de la madre. Las banderas, van dejando tintas en sus pasos, en sus trincheras, y dejan también esos colores transformados en cambios de los que todos somos protagonistas y víctimas, siendo parte de las ruedas sociales y que horadan desde los poderes a los que estamos sometidos. Los otros: el sentido común, la empatía, la simpatía, la armonía, el amor, que portamos desde ese ADN que han dejado toda la historia de nuestros ancestros, son parte del destino cuya deriva desconocemos, pero, en la que vamos comandando nuestras naves, en ocasiones en mares con calma, y otras, con nuestras tormentas.
El autor magníficamente referencia a otros poetas y escritores, pero subliminalmente descarna sus esencias, para que las hagamos nuestras.
No me queda más que felicitar al hombre y amigo PACO, al autor, FRANCISCO MUÑOZ SOLER por este libro que traspasa los horizontes conocidos para ahondar en esas multidimensiones, que los humanos ocupamos haciendo también hendiduras del tiempo.
En Granada, España a 22 de diciembre de 2022
IVONNE SÁNCHEZ - BAREA
Poeta y Artista
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