jueves, 21 de agosto de 2014

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

GETSEMANÍ - Un viaje al realismo mágico


“Un viaje al realismo Mágico”

Plaza de la Trinidad, Getsemaní, Cartagena de Indias,

15 de agosto de 2014

 

Eran las seis horas de la tarde en Getsemaní. El antiguo barrio Cartagenero, con sabor Andaluz y Caribeño bullía con la puesta de sol. La ciudad con reminiscencias coloniales, actualmente tesoro de la Unesco, la cual aún conserva ese solariego encanto de los viejos tiempos, de antiguos comerciantes, de piratas, de tesoros y de mercado de gran puerto.

Convocada desde Mayo, para representar a España en el XII Parlamento de Escritores y vestida con un velo de mariposas, posé mi envergadura en la isla de ese mar, que se adentra desde el océano, en la Plaza de la Trinidad, hoy de la Libertad.

Los balcones estaban iluminados por la historia de los años, adornando como un marco, la Plaza de la Iglesia de la Santísima Trinidad fundada en 1643, un siglo después de su fundación de manos la congregación de los hermanos del convento Franciscano, en 1555. Por entonces, cuando se trazaron y extendieron las primeras calles, desde los arrabales hasta la media luna. Describe el correspondiente texto en el registro; “el arrabal se divide  en dos manzanas y contiene 5490 almas”. ( En realidad Cájar, en Granada, es aún más pequeño hoy en día de lo que fue hace 400 años, Getsemaní).

Allí, se congregó el público del barrio; llegamos los poetas montados en un tren de taxis, haciendo caminos sobre el orbe de cemento. Desde distintas tierras europeas, americanas, latinas y colombianas nos habíamos desplazado a fin de parlamentar.

En la antesala del recital engalanado, las banderas ondeaban con el viento del Caribe, y un perro de esos, que no es de nadie y es de todos, con ladridos atrompetados dio la bienvenida, a locales y foráneos.

Sobre la fachada de la Iglesia, un baile de sombras. Eran las palmas meciéndose con el tibio aire vespertino. El grandioso telón,  con su juego de luces y tinieblas, hacían sus reverencias con las ramas, festejando la primera batalla de la libertad. Las estatuas así representan el acto ocurrido el (11-11 1811).

La música invade la plaza. El aire, con un dulce olor a frito, a miel tostada y caramelo, fruta fresca, perfumaban las esquinas, dándole la espalda a la puerta consagrada del templo.

Un mendigo, algo sucio y harapiento, con andares de ebrio y loco, se acercó a comprobar que los altavoces sonarán desde las enormes cajas negras. Os aseguro, se emitían sobrados notas en decibelios.

Los niños en primera fila, peinados con sus trenzas, tamboreaban sus pies sobre el resquebrajado suelo. Un inquieto balanceo de chanclas, invocaban los espíritus, por allí, corría un aire de musas, que se enlazaba a la brisa que allí todo lo envuelve.

Si el mundo quedara sordo en ese instante, se escucharían sólo las hojas de palma en su danza de ramas, o tan sólo  el vuelo del silencio, pero en la mágica realidad, esto nunca sucede.

Un azabache pájaro gigante, con sutiles colores, entre azules, violetas y verdes, se aposta rígido, estático en el mural de la fachada izquierda según se sale de la Iglesia. “María Mulata”, llaman así a estas aves carroñeras. Nada es en realidad lo que parece,  el avecilla, no es ni uro, ni gallo,  ni pavo, ni papa gallo. Es un pájaro chico y pescador. Su presencia  cacarea detrás de las estatuas diciendo, - ¡Eh! - Aquí estoy, amigo.

La triada de estatuas de bronce, de pie ante la plaza, reciben el convite, de versos y palabras. Las murallas coralinas, rodean la isla y el barrio doblemente, adentro están los secretos, de los espíritus de aquellos viejos esclavos y mártires, desde el baluarte hasta Santo Domingo.

Cuatro escalones de piedras talladas, separaban el atrio, la mesa vestida de blanco, tal como yo, esa noche mágica, en la engalanada nocturnidad llena de surrealismo.

Mientras la luna se mengua, y sólo queda su cuna colgada en el cielo, pintada y estampada en las estrellas y los luceros. Un hechizo de luces, y todos los agujeros que la noche nos iba abriendo un teatro real de un pueblo. Se empezó a conjugar el tiempo, dando espacio al cosmos, allí creado entre los cielos nuevos  los otros campos abiertos.

Se hizo el silencio en el alboroto. Se iniciaba la velada, empezaba la Gala. Getsemaní, en silencio escucha versos. Getsemaní; ¡No es precisamente silencio y estaba escuchando!. La Iglesia hoy justifica su nombre y su fachada, vestida de oro. Es parte del trance y del cuento.

En medio de los versos, llegó un hombre muy trajeado de novio, Ya entrado en años siguió su periplo, en  impoluto gesto. Poco después las madrinas, unas blancas hadas con altos tacones.  La torre de la iglesia tenía abiertos sus tres ojos. El milagro trinitario se hacia palpable ese quince de agosto, el pueblo, la boda y un recital…  eventos que sucedieron todos a la vez.

Imaginaros ahora, adentro sucede la boda entre dos seres que se aman. Afuera, otra boda entre la poesía y el público. Y entre tanto la vida de la plaza sigue su curso, se celebrarían tres escenas a la vez, en dos actos paralelos. Estos en el mismo contexto, apenas se dividen levemente por unas puertas que se abren y se cierran, pero el sonido de dentro se mezclaba con el de fuera, y viceversa.

Una boda blanca en medio del recital. Los Novios, ambos con caras de cumplir años y sueños, iban elegantes, muy bien arreglados para su especial enlace. Se abrieron las dos grandes hojas del templo, y sonaba la marcha nupcial. Afuera poemas; versos eróticos, hablaban de universos carnales  y las palabras del Parlamento brotaban como un manantial, regando la plaza y el viento.

Me nombraron y subí los cuatro escalones recios. Envuelta de mariposas, me elevé,  y estirando  la enroscada lengua, pronuncié mí voz en el canto de la nana, a la nana de la luna negra, una nana a los niños de las guerras.

Se abrió el cascarón y ya oscura la noche, el Cristo recibió a la novia con sus ensangrentados brazos abiertos en cruz.

Olía a coco y azahar, a rosas y nardos. El carrito de los helados zumbaba sus campanilla, como si fuera el monaguillo de la plaza, Sonaban; tilín, tilín. Continuó el recital, la ceremonia nupcial, y la bulliciosa vida frente a la parroquia, junto a los parroquianos con los vecinos, con las habitantes del barrio.  Absortos, miramos y escuchamos, como esa magia era y es una realidad tangible, más propicia de darse, en las historias de Gabriel García Márquez. Acontecimientos que ocurren cuando los grupos sociales, los hechos, se unen en un mismo espacio - tiempo. La realidad de ese viernes, quince de agosto de 2014, es que en la Plaza de la Libertad de la Iglesia de la Trinidad, el conversatorio poético estaba ocurriendo, como ocurre en la Plaza de la Iglesia Nuestra Señora de los Dolores de Cájar, ambas son doradas y ambas del mismo siglo. En Cartagena de Indias llena de vida, con olor de gente y tiempo, de sabores intensos. Cantos de Ave María, mientras afuera algún poeta transgresor y atrevido, leía sus textos de protesta, contra el poder y la iglesia, las instituciones y sus avaricias.

Pasó de nuevo el mendigo cómo una ráfaga, y ladro también el perro, y el viento nos mecía en armonía, de palabra, recital y boda, de fiesta engalanada. Congregados a ser testigos invitados al discreto enlace matrimonial. Del templo salieron tres madrinas y dos viejos. Actos unísonos en un mismo escenario, la comedia de la propia vida, mundos paralelos en encuentros surrealistas, de recital, pueblo y boda, al unísono.

Al salir, los recibimos con vítores, con un fuerte aplauso y las voces levantaron un gran -¡Vivan los novios! Hubo pétalos al viento, hubo risas y fotos, había salido la novia coronada de luces y flores.  Habíamos sido testigos de las bodas de Getsemaní con el intercambio de alianzas, con los anillos de oro.

Las mariposas de mis velos, echaron a volar como ángeles y  se apostaron a mis pies atando mis pasos a la isla imaginada, un día de risas y sueños. Y grite: ¡Viva la poesía y vivan los  novios! ¡Que vivan!

Voló el ramo sobre el altar poético y cayó en manos de la poeta, para seguir labrando versos.

Rescatamos día a día los sueños, que son de nuestro imperio, y así formamos las tramas de los nuevos senderos para llegar cada cual, y todos nosotros, a desenvolver el regalo que no trae el tiempo y el destino.

Terminaron los sagrados ritos, salieron los blancos novios. Nosotros los poetas también de blanco, parecíamos campos de lirios. La atmosfera y su magia, embelesó los tres ritos, los cultos dieron fin, a los sagrados matrimonios. En el recital de la palabra, un conversatorio de lo imaginado en el imaginario del tiempo. De lo que es y no es, de cómo sobrevive la cultura gracias a los gestos…

Crucé el portal del tiempo esa noche de agosto 15, en la Plaza de la Libertad, en la Iglesia de la Trinidad del Barrio de Getsemaní de Cartagena de Indias. Por un instante quise imaginar lo que puede ocurrir ¿Y si esto sucediera en Cájar? Me di respuesta; No, no puede suceder esta magia, sino nace del pueblo.

Ivonne Sánchez Barea

Poeta, Pintora y Escultora.